¿marcela brane está más linda que nunca?

sábado, 8 de noviembre de 2008

Café frío.

Las calles de Buenos Aires tienen ese sabor a asfalto sucio y gente pobre que las hace tan especiales. Es esa oportunidad de ver a la esperanza pidiendo limosna, y a la crueldad pisoteando a la fe, eso es lo que las hace tan asquerosas, y eso es lo que hizo que entrara ahí. En el más inmundo rincón del más inmundo café, de la inmunda avenida Gaona, me senté a esperar, sin saber bien qué estaba esperando.
A mi izquierda, dos mesas más cerca de la puerta de roble y vidrio gastado, estaba la ira con un Chivas con hielo en la mano, mientras un cigarrillo se quemaba sin quien le diera un beso, en un cenicero de vidrio azul. Cerca del pasaplatos (también de roble) descansaban la soberbia, la bacanería y la altivez, todas con sus copas de Cuveé Dom Pérignon rosé vintage 1996 burbujeando despacito. En otra mesa, más allá.. abajo del cuadro de las mininas, la desesperación lloraba sobre el hombro del consuelo, impávido este último, pero con una mirada tierna.
"¿Te dejo la carta?" balbuceó un flaco de unos veinte años con algunos menúes abajo del brazo, parado en medio de la nube de humo de tabaco y otras yerbas, que inundaba el salón precario.
"no, gracias. Café doble con crema, por favor".Y el flaco se fue. Abrí la cartera con cuidado y miré la cigarrera plateada. No, el ambiente ya era muy tóxico, mejor no, y sin darme cuenta mis pies se movían lentamente rozando el piso, siguiendo el compás de un tango desafortunado que se escurría por las paredes descacaradas del bar.Un tango melancólico y absurdo, que brindaba por los fracasos del amor, e intentaba ahogar antiguos besos en los besos de otras bocas.
Volví a mirar la cigarrera, y esta vez me atreví a sacar un cigarrillo, lo giré un ratito entre mis dedos, lo encendí y lo besé.
Mi café llegó, no venía con crema, venía con leche, no importa, igual no pensaba tomarlo... El flaco lo deja y se va, y mientras caminaba el humo se arremolinaba entre sus pasos.
Alguien en el fondo del bar tosía, de una forma tan espectacular, que sin pensarlo dejé el pucho en el cenicero también de vidrio azul y no le dí más besos.
"No entiendo por qué, por qué no estás cuando más falta me hacés. no es justo que de un día para el otro te vayas y me hagas saborear la más amarga miseria que un ser humano puede sentir."
Despacito, saqué un pañuelo negro y blanco de la cartera, y me sequé con disimulo los surcos plateados con vetas negras de maquillaje que empezaban a dibujarse en mis mejillas."No es justo" y tampoco lo entendía, si ta había dado todo, y ya no quedaba nada más.
No sé por qué esperaba verte en esa cuchita asquerosa en la que estaba sentada, mirando un café que ya estaba frío, como alguna vez algún amigo estuvo.
¿Qué tenía que hacer? ¿Salir a buscarte? no. No era justo para mí, pero vos no ibas a volver. No querías volver. ¿Entonces?
Entonces, nada, seguí esperando.. y derrepente entraste, me miraste, te sentaste en mi mesa y me comiste la boca. ¿Me habías seguido? ¿Qué importa!

al fin estás acá.


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